En muchas ocasiones, o simplemente en días como hoy, siento que quiero morirme. No penséis mal, siento que muero, pero no que me quito la vida.
Esa sensación de que todos te odian, de que no eres bueno en nada y de que vas a ahogarte en un vaso de agua, se amplifican cuando estás solo. No tienes a nadie que te anime, consuele o hasta incluso a veces te mienta.
Me encuentro vacía. Sin ganas de enfrentarme a lo que me hace daño, por miedo a aumentar el dolor.
No sé si entendéis de qué sensación hablo. De cómo la sangre fluye por mis venas, pero como mi corazón está apagado, como si por dentro estuviera muerta.
Por fuera, no tengo moratones o heridas, pero eso no implica que por dentro me duela.
Hola. hace ya tiempo que no paseaba por ningún blog. Un placer regresar y leerte, más si cada vez escribes mejor. Un abrazo.
Muchas gracias. Es un orgullos recibir este tipo de comentarios. Un beso